A esta altura del año los niños se transforman en los protagonistas de nuestros hogares. Embargados por la mística navideña logran quebrar nuestra rutina diaria y arrastrarnos a compartir con ellos toda la efervescencia de estas fiestas.
Pero no todo es algarabía, ya que a muchos de nosotros seguramente nos aflora la impotencia y la bronca por aquella Navidad, Fin de Año y lo Reyes Magos, que debieron ser, y que no fueron: las fiestas de fin de año de Lucio.
Si bien el caso ha sido paradigmático por sus características especiales, es de esperar que nuestros dirigentes hayan entendido de una vez por todas que de nada sirven tantas dependencias oficiales y protocolos relacionados a la niñez, si no existe una coordinación adecuada entre ellas, lo cual le permita al agente judicial a cargo de un caso poder realizar un seguimiento interdisciplinario sin dificultades. Mas aún en una era donde el manejo de la información es algo accesible a través de las nuevas tecnologías.
«…de nada sirven tantas dependencias oficiales y protocolos relacionados a la niñez, si no existe una coordinación adecuada entre ellas.»
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Debemos entender definitivamente que inversión no es sinónimo de calidad, como lo demuestran los resultados en educación, donde el reparto de computadoras no nos ha garantizado mejores datos estadísticos por los que podamos afirmar que ambas variables son directamente proporcionales, sino simplemente aumento en el gasto público.
Por otro lado, el Poder Judicial debería reveer aquel viejo paradigma, muy arraigado en nuestra sociedad (supuestamente machista), donde la tutoría del menor en conflicto siempre quedará en mejor resguardo a manos de la madre, ya que además de haber quedado demostrado que no siempre es lo mejor para el niño, es un claro ejemplo del no respeto a la igualdad de género que tanto pregonan las actuales políticas sociales emanadas desde las altas esferas del poder.
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Teniendo en cuenta que educación y niñez son dos variables indisolubles, considero que ya es tiempo de devolverle al docente el respaldo y la potestad que antaño ostentaba, abandonando el discurso demagógico y brindándole un genuino respaldo legal, ya que es totalmente ingenuo exigirle al educador un involucramiento férreo frente a problemas tan espinosos, cuando no cuentan con la autoridad necesaria para enviar a los hogares un breve y simple comunicado advirtiendo sobre la presencia de casos de pediculosis en el grupo.
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Sólo deseo que en esta Fiestas, cuando levantemos las copas entre nuestros hijos, sobrinos o nietos, seamos capaces de recordar, al menos por un instante, aquella celebraciones que debieron ser llenas de ternura y magia, pero no pudieron ser.
José Daniel Fornerón. Docente de Geografía en General Pico. josedanielforneron@hotmail.com
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