Gustavo Díaz (60) no suele dar la dirección de su casa, él da las indicaciones justas y necesarias, total el que esté cerca se va a dar cuenta cuál es la casa de él: las paredes naranjas y en el portón una enorme imagen del Crucero General Belgrano.
Abre la reja, pasá, pasá, el perro no hace nada. Tiene puesta una camperita de Malvinas, una remera de Malvinas y el cinturón de Malvinas. Gustavo lleva el recuerdo de Malvinas en las paredes, en fotos, recortes, manuales, banderas, toda su casa, todo él habla de Malvinas. Incluso sus manos, rojas, ásperas, frías, que le quedaron así después de estar allá.
— No estoy dando charlas, me agarró el viejazo. No, a esta altura ya no. Te recibo a vos porque me lo pidió una amiga, la hermana de Huguito. Cómo no te voy a recibir si ella me prestaba su cama cuando me quedaba en lo del Hugo.
Hugo Rafael Liñeira, “Huguito”, vive en Eduardo Castex. Fue el primer amigo de Gustavo en la colimba. Dormían uno al lado del otro y de ahí en adelante no se separaron. La amistad creció y Gustavo se iba a visitarlo a Castex y la Sonia, la hermanita, la mascotita de los muchachos, les cedía su cama.
Trae dos vasos, una Sprite, una latita abierta de cerveza y los puchos. Juguetea con el paquete de puchos. No se sienta, se pone en cuclillas arriba de la silla. Se levanta, trae todas las remeras de Malvinas. Las muestra una por una, sobre todo la que le hicieron su hija y sus nietos del crucero. La muestra con orgullo. Son re malvineros, dice, y él disfruta de darles todas las mañas.
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— Yo era a full con Malvinas, pero hace cuatro años me agarró el viejazo. Empecé a llorar mucho, a emocionarme mucho. Lloraba y lloraba. Entonces lo traté con una psicóloga y me dijo: “Gustavo, usted ya hizo lo que tenía que hacer” y es cierto, desde el año 83 que vengo trabajando. Yo pensé que lo había superado. Se ve que no. Más allá de que me gusta todo lo de Malvinas para que no se olvide, por los que lucharon, por los que quedaron, por todos, pero me doy cuenta de que ya no puedo. Pensé que lo había superado bien. Pero de eso no te olvidás nunca. Ahora dejo que hablen los compañeros porque cuando quiero meter bocado me agarra el viejazo, qué le voy a hacer.
“Tras su manto de neblinas, no las hemos de olvidar. ¡Las Malvinas, Argentinas!, clama el viento y ruge el mar”. En el celular suena La Marcha de las Malvinas. Un amigo le avisa que ya consiguieron rabo. Corta, vuelve a ponerse en cuclillas y sigue hablando. Habla y habla. No se va a perder la vigilia, no se va a perder las marchas, pero no lo quiere hacer por obligación.
El 28 de marzo de 1982 parte la Flota de Mar con el objetivo de recuperar las islas. Pero el Crucero General Belgrano se encontraba en fase de reparaciones y fue el único buque que pospuso la partida. Finalmente, el ARA General Belgrano, zarpó para Malvinas el viernes 16 de abril de 1982 a las 11:45 horas.
— Nací en el 62 y a los siete años, en el 69, empecé a trabajar con mi padre que hacía camas y colchones. Y a los 10 empecé en un kiosco. Hasta segundo grado tengo yo y tuve que dejar. Tenía una vergüenza de lo que no había estudiado. Pero no teníamos nada, no teníamos ni luz. Pobres pobres éramos. Piso de tierra, luz a velas. Y yo era feliz, fui re feliz, viviendo así con mis padres, con mis hermanos, una gran familia. Claro, en mi casa éramos como más de siete compartiendo una habitación. Pasé muchas. Por eso pensé que había superado lo de Malvinas, por las vivencias que tuve, porque las superé bien, y me agarró el viejazo.
Se levanta, enciende un pucho y desde la puerta de entrada habla de su hijo. Dice que gracias a Dios sabe que va a salir adelante, más allá del cáncer, va a salir. A Gustavo no le gustan los hospitales, pero por sus hijos lo que sea. No se termina el pucho, lo tira cuando llega a la mitad y vuelve a las cuclillas.
El ARA General Belgrano partió bajo las órdenes del comandante Héctor Bonzo. En tiempos de paz, la tripulación del buque rondaba entre los 750 y los 770 hombres, pero en este caso la tripulación llegó a 1093 tripulantes conformada por oficiales, suboficiales, cabos, marineros, conscriptos y dos civiles, encargados de la cantina del buque. La dotación fue distribuida en tres horarios de guardias rotativas y cada cada tripulante cumplía ocho horas de guardia por día.
— La colimba era obligatoria. Era lo que teníamos que hacer. Lo sortearon en el 80 o en el 81 y yo entré casi un año después, porque a los de La Pampa nos tocó entrar a la Marina un poco más tarde, teníamos casi 19 años. Entramos el 30 de septiembre del 81. Hago dos meses de instrucción y en noviembre del 81 empiezan a dar el destino: me toca el Belgrano con otros 30 compañeros más de La Pampa. De ciento y pico que éramos vamos 30 al Belgrano y después fuimos 35. Con Hugo fue con el primero con el que me hablé, que me hice amigo. Lo que lloré cuando a él lo mandaron al Cabo San Antonio. El Huguito fue el primero que salió para Malvinas, porque él salió con el buque desembarco. Y yo quería ir el Hugo. Cuando estábamos en navegación pidieron voluntarios para desembarcar y me anoté de voluntario, yo quería estar con el Hugo, pero después me dijeron que no porque tenían que tener rangos más altos.
El 22 de abril a las 18:30, después de permanecer unos días patrullando en la zona de Isla de los Estados, el Belgrano tomó el puerto de Ushuaia para reabastecerse y cambiar un lote de munición. Fue el último lugar argentino en el que estuvo el crucero. La mañana del 24 de abril, la embarcación abandonó el puerto. Cuatro días más tarde, el día 28, se reunió al norte de Isla de los Estados con los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard y el petrolero de YPF Puerto Rosales.
— El 2 de abril nos informan que se habían recuperado las Malvinas. El buque estaba en reparaciones y me doy cuenta de que faltaban todos los buques, el portaaviones, todos los barcos, el buque de desembarco del San Antonio. Y nos dicen que cuando el buque estuviera en condiciones zarpaba para Malvinas. Entre esos días estuvimos cargando municiones y el sábado 9 nos dan un franco local para estar en Bahía Blanca. Me fui escapado, llegué a mi casa a dedo. Le avisé a mis padres lo que pasaba, lo que nos habían informado y a las 16 hs de vuelta a dedo para Bahía Blanca. Zarpamos a Malvinas el viernes 16.
El Buque General Belgrano debía mantenerse en espera en la zona entre los meridianos de Isla de los Estados y el Banco Burdwood. El 29 de abril entre las 9:00 y las 16:00 hs, completó de manera satisfactoria el reabastecimiento de 125 toneladas de combustible en maniobra de navegación. El sábado 1 de mayo el crucero recibe nuevas órdenes de carácter ofensivo: su función sería la de rematar con sus cañones a los buques británicos dañados. Las alternativas evaluadas por el comandante Bonzo eran la entrada a la denominada Zona de Exclusión Total, contacto táctico con los buques británicos, rechazo de posibles ataques aéreos y soportar posibles ataques de submarinos nucleares en la zona de operaciones.
— Estuvimos navegando en Ushuaia, el radio entre Malvinas, Ushuaia y las Islas de los Estados. El 2 de mayo… Esto me afecta mucho porque perdí cuatro compañeros de La Pampa: uno de Pico, uno de Telén, uno de Jacinto Arauz y otro de Limay Mahuida. Con tres de ellos estuve el sábado a la noche. En el buque éramos 1.093, capaz que no te veías nunca y justo con el de Pico estuve el sábado a la noche. El domingo a las 12 me encuentro con el de Telén y me regala 2 naranjas y con el de Limay antes de zarpar habíamos ido a comer a los de un familiar que tenía en Punta Alta. Eso es lo que más me toca. Me tocó mucho. Viste que casi me quebré.
Se levanta y pide permiso para fumarse otro pucho. Vuelve a hablar de sus nietos, de lo que le gusta que se queden a dormir, que tiran colchones, que les compra helado, chizitos y se divierte con ellos. Quiere disfrutarlos y que ellos lo disfruten a él.
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El domingo 2 de mayo de 1982, pocos minutos antes de las 16:00, el submarino nuclear HMS Conqueror recibe la orden de hundir al ARA General Belgrano. A las 16:02, hay una explosión, el buque se sacude con violencia y se corta la energía del buque. El submarino inglés lanzó el primer torpedo, torpedo que mató a 274 tripulantes.
— Nosotros hacíamos guardia permanente, teníamos que hacer guardia en puesto de combate cuatro horas de día y cuatro horas de noche. Yo hacía de 4 de la mañana a 8 de la mañana y de 16 a 20. El 2 de mayo, a las 15:55 salgo del comedor para tomar mi guardia. de tomar la merienda, un mate cocido. De donde yo acababa de salir hacía unos minutos murieron 270 de los 323. De ahí nomás, de donde yo había salido, cayó el primer torpedo. Cuando pegó yo estaba cuatro pisos para abajo en el puesto de combate. Se cortó la luz. No nos veíamos. Era un lugarcito mínimo. Estaba en el lugar más abajo de todo el buque. Y entra otro torpedo por allá, a unos metros nomás entró el segundo. Empezamos a buscar la salida a cubierta principal. Estaba todo oscuro. Sabíamos mucho porque habíamos practicado muchos simulacros. Empezamos a buscar y cuando llegamos a cubierta principal todo lleno de petroleo y el barco inclinado.
La segunda explosión se produjo en la altura de proa de la nave, lo que provocó el desprendimiento de 12 metros de la proa del barco. Inmediatamente comenzó la inclinación a babor. Los puestos de combate de Control de Averías distribuidos en todo el buque estaban en una situación muy crítica, los daños causados eran demasiados.
— Ya de un lado estaba tocando el agua. Cada 20 personas teníamos una balsa asignada y teníamos que tratar de llegar a la balsa. Llegamos 17 de los 20. Faltó uno que no sé por qué faltó y faltaron los hermanos Ávila, que hacía 10 años eran los cantineros del Belgrano. Ellos tenían que abandonar el buque en esa balsa, pero uno volvió a buscar al hermano y no salieron más. A las 16:20 horas el comandante dio la orden de abandonar. Salimos en las balsas y empezamos a tirar. A las 17 el buque no se vio más. No se vio nada. Ahí empezamos a tirar relojes, llaveros, todo lo que pudiera pinchar la balsa. Así estuvimos, a la deriva total. Las olas eran de 10 metros, la sensación térmica era de 20 grados bajo cero. El agua pegaba, pegaba tan fuerte que entraba agua. Y con los borceguíes íbamos sacando el agua. No nos podíamos dormir porque del frío nos podíamos morir congelados. Aguantamos 44 horas con 20 grados bajo 0. Hoy me agarra un vientito y me enfermo. Fue horrible estar en ese botecito. Si nos hundíamos nos moríamos. Era rezar, contar cuentos, no dormirnos y volver a rezar. Horrible horrible. Estuvimos así desde el domingo en que nos hundieron el buque hasta el martes a las 11:45. La nuestra fue una de las últimas balsas que rescataron.
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A las 16:10 el casco comenzó a hundirse con mayor incidencia de popa, debido a la entrada de agua al hangar y a la sala de máquinas. Varios intentaron el descenso a las cubiertas inferiores para ayudar a sus compañeros, y algunos perdieron su vida en ese intento. A las 16:23 el comandante Héctor Elías Bonzo dio la orden de abandonar la nave. A las 16:50 se pre anunciaba el hundimiento y en 10 minutos el crucero quedó en las profundidades del Océano Atlántico.
— Recién entramos a puerto el sábado 8. Mis padres ni sabían si yo estaba vivo o si estaba muerto. El domingo 9 nos llevan al aeropuerto, de ahí a Bahía Blanca. Llegamos como a las 12 de la noche, lloviendo, no había nadie, nadie, llegamos solitos ahí. El martes me dieron una semana de licencia. Esa semana estuve en casa y en el kiosco trabajando. Todos me querían ver. A la semana me presento de vuelta para seguir haciendo el servicio militar. Me mandan a un nuevo destino, a Bahía Blanca, porque los que habíamos estado en el crucero no podíamos volver a subir a ningún buque más. Me toca enfermería. Era el 22 de mayo. La guerra continuaba. A donde estaban traían a todos los heridos y a los muertos. Tenía que subir al avión a bajarlos a todos ellos. Me tocó todo de vuelta. Vi muertos, mutilados y yo hacía 20 días que me había salvado.
“¡Rompa el manto de neblinas, como un sol, nuestro ideal: Las Malvinas, Argentinas en dominio ya inmortal!”. Vuelve a sonar el teléfono. Es la hermana. Le pregunta si esa noche va a ir. Gustavo no sabe. No quiere pasar frío. Va a ir solo si va su hija.
— El primer tiempo fue durísimo. La sociedad había mezclado el militar con el soldado. Pero a nosotros nos habían mandado, ir a Malvinas era nuestra obligación. Al principio fue duro duro. Nosotros estuvimos como 10 años en silencio. No podíamos contar nuestra historia. Y precisábamos descargar. Por eso cuando me pude descargar empecé a hablar hasta por los codos.
Gustavo tiene todo guardado en su memoria. Enciende un pucho más y habla de la deuda pendiente que tiene con sus compañeros, quiere ir al cementerio de Darwin para rendirles homenaje a los que lucharon para que ellos estén vivos. Le tiembla la voz.
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— Hoy no sé si puedo, no me daría el bobo. Capaz que algún día. Es lo que me falta. Porque más de uno luchó para que nosotros estemos acá, porque gracias a ellos hoy yo puedo estar acá. ¿Cómo mierda me salvé? ¿Por qué? Qué sé yo, me salvé porque el barbita quiso, que no era mi momento, qué sé yo. Honestamente no le encuentro respuesta. Lo que pasa es que se sufre mucho. Vengo de una tras otra. El barbita me viene tocando por todos lados, pero le estoy haciendo frente, no queda otra. Hay que seguir. Hay que rendirles homenaje, no los podemos olvidar, no podemos olvidar a nadie, no podemos.
Según los datos del Centro de Veteranos de Guerra de La Pampa, de los 63 soldados pampeanos que combatieron en Malvinas, regresaron 59 a causa del hundimiento del Crucero General Belgrano. Fallecieron Hugo Gatica de Limay Mahuida, Alberto Amesgaray de General Pico, Daniel Lagos de Telén y Jorge Pardou de Jacinto Aráuz.
Sergio E. Alonso, Pedro A. Aranda, José Luis Arce, Carlos A. Arias, Miguel A. Balmaceda, Silvio D. Baridón, Horacio O. Bartel, Jorge N. Becerra, Mauricio A. Britos, Jorge L. Cáceres, Carlos Calmels, Carlos A. Chirino, Angel Collado, Antonio Contreras, Rolando B. Contreras, Raúl de Giovani, Guillermo Gustavo Díaz, José A. Euliarte, Héctor Fernández , José O. Ferrero, Orlando E. Figueroa, Héctor Gaitán, Jorge Gaitán, José Luis Gaitán, Javier Galbiatti, Eduardo L. Ghibaudo, Aldo N. González, Juan Carlos González, Miguel A. Guzmán, Adrián E. Herrero, Sergio E. Katz, Daniel F. Lacasa, Hugo R. Liñeira, Pablo López, Jorge L. Lucero, Santiago J. Mayer, Pedro Mercol, Oscar A. Miño, Juan Carlos Miranda, Jorge Montero, Abel Novillo, Ernesto Olguín, Enrique Orellano, Angel Overts, Carlos A. Oviedo, Daniel E. Palacios, Sergio Payero, Eugenio Pedruelo, Alejandro Pellitero, Francisco A. Pereyra, Luis A. Pereyra, Manuel B. Pérez, Raúl O. Pérez, Claudio O. Prado, Mario L. Toda, Hugo Sandoval, Carlos Schlosser, Alberto L. Siliquini, Carlos Waispek, José R. Young y Augusto Bedacarratz.
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