En los días más oscuros de su vida, María Alejandra López, de 50 años, se refugió en el reiki y eso le sirvió para ver más nítido su propio camino, construir sus días con más vitalidad y darle nombre a su emprendimiento Vida Plena, como bautizó a su casa de campo que está en Trenel.
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Es domingo al mediodía y se escucha un silencio que hace más lentas las palabras. Es la invitación a un descanso perfecto, pero también es la necesidad de respirar aire de campo y disfrutar de una comida regional. En la entrada espera María Alejandra con una sonrisa. “Buenos días, adelante”, dice enérgica a los invitados.
Al preguntarle por el nacimiento del lugar, reconoce: “Vida Plena nació porque yo estaba con depresión. Buscando una salida me encuentro con el reiki, que fue un antes y un después. La depresión era por la falta de mi suegra, que era la dueña de este lugar y para mí sigue siendo ella. No me podía recuperar de esa situación hasta que apareció el reiki. Empezaron a salir ideas de mi cabeza y a ver todo positivo. Me dieron ganas de aprovechar este espacio y que todo el mundo pueda disfrutar la mejor calidad en servicio y comida”, confiesa.
Para María Alejandra tener una vida plena significa encontrarse a gusto con el espacio. “A veces lo tenés todo pero sin paz interior, no tenés nada. Una vida plena es valorar los pequeños momentos. Compartir un mate, una charla, cosas que tienen mucho significado. A veces escuchar a una persona es más importante que hacerle un regalo. Porque vos le llevás un regalo y en ese momento se sintió bien. Pero si no lo escuchaste, al rato va a estar igual”.
El campo es para María Alejandra donde que quiere quedarse hasta los últimos días de su vida. «Acá yo siento una paz y una energía que no tengo en ningún lado. Y cuando vos sentís eso en tu propia casa, ese es tu lugar en el mundo”, repite.
Su interés por la cocina
-¿Qué cosas nunca pueden faltar en tu cocina?
-El amor, porque si no hay amor, no puede haber nada más. Entonces se le pone amor a todo lo que se hace. Quiero que la gente se vaya de acá feliz y agradecida. Que se vaya con la idea de querer volver. Yo siento que es un lugar especial.
María Alejandra dice que le apasiona la cocina y que su hermana es su pilar fundamental. Ella es quien la acompaña y le prepara los panes caseros. «Es la otra mitad de mi ser», aclara.
Vida Plena, un emprendimiento familiar
“Además de mi hermana, acá trabaja mi sobrina, mi nuera, a veces nos da una mano una de mis hijas. Mi marido hace la parte de la parrilla y lo que va al horno de barro. Por eso estoy tan tranquila cuando atiendo. Sé que estoy rodeada de las mejores manos. Yo preparo las entradas, los postres y trabajo relajada. Acá intento relacionarme con todo el mundo, conversar y conocer a la gente”, dice María Alejandra.
Una invitación a la calidad humana
“A la gente le digo que acá no va a venir a encontrar el lujo. Yo quiero que vengan y sepan que es una casa de campo. Se van a sentir cómodos y vamos a hacer todo lo posible para que puedan disfrutar de lo que vienen a buscar. Acá hay comodidad, servicio y se brinda todo el calor humano. La gente necesita eso en estos momentos de pandemia«, afirma. Y agrega: «Yo estoy todo el tiempo acá y pueden pasar dos meses sin ir al pueblo. Solo vivo la realidad a través de las personas que vienen a mis terapias de reiki, de los que vienen a la parrilla».
¿Qué imaginás para el futuro en Vida Plena?
-Es el día a día. Ahora me propusieron un encuentro de casillas rodantes. Me gusta darle la posibilidad a distintos grupos humanos. Vida Plena es un espacio que da muchas opciones. Me voy adaptando siempre a lo que el cliente necesite.
Una vida en el campo
“Hace 25 años que estamos acá. Pueden pasar dos meses que no voy al pueblo. Lo que es frutas y verduras me lo traen. Una vez por mes compro todo en un mayorista en General Pico. No quiero ni salir. Porque te sentís tan bien acá, que no necesitás otra cosa. Acá me siento completa. Eso me da una satisfacción».
-¿Con qué se van a encontrar las personas que lleguen a Vida Plena?
-Con un ambiente familiar, con buena comida, con mucha energía, con una atención exclusiva. Es especial porque acá todo es casero. Es todo hecho con amor, que es la mejor forma que tiene de funcionar un emprendimiento. Siempre digo, mientras esto me de energía y siga sintiendo placer, lo voy a hacer. No lo haría por compromiso ni por obligación.
Para finalizar el almuerzo o la cena, María Alejandra ofrece terminar siempre con un brindis. “Les ofrezco un champagne o una sidra. Muchos me preguntan el motivo. Yo les digo que vamos a brindar porque hoy estamos acá. Te aseguro brindan todos con las demás mesas. Y cuanto más gente hay, todo es más especial”, reconoce.
-¿Te podés desconectar de Vida Plena?
-No siento esa necesidad. Esto es parte de mi vida y es lo que yo elegí. Todo lo que queda acá es buena energía. Si la gente se va a las cuatro de la tarde, yo soy feliz. Quiero que estén hasta la hora que quieran estar.
-¿Qué significa para vos una buena calidad de vida?
-Es levantarme a la mañana, tomar un mate, sentarme en el jardín del patio. Es disfrutar el espacio. Eso es vida sana. Eso es vida plena. De un diálogo con un hijo. Soy de mucho diálogo. De escuchar al otro. De compartir esas pequeñas cosas de la vida que conforman un todo. Que a veces uno lo pasa de largo. A veces mi hijo me dice «mañana hablamos». Nunca hay que dejar pasar los momentos. Tampoco sabemos si ese momento se puede llegar a repetir. Muchos me preguntan qué hago en el campo cuando estoy sola. Cuando estoy sola, por ejemplo en verano, me preparo el mate y me voy a la pileta. Con el sonido del agua, medito. Disfruto de no tener apuro o acelerar una situación. No postergar. Dedicarse más tiempo a uno mismo. Nadie más que vos puede ver la solución a tus problemas.
-Mencionaste que Vida Plena nació de una depresión. ¿La depresión qué te aportó y en qué te ayudó en tu vida?
-Me hizo ser una persona de valorarme más y de respetarme a mí misma. Yo vivía para los demás. Me ocupaba tanto de los otros porque tenía un dolor tan grande que intentaba taparlo de diferentes formas. Hasta que me di cuenta que no podía más. Si bien a mi no me faltaba nada en mi casa, igual vivía con una angustia que se había convertido en una depresión.
-¿Qué le dirías a una persona que está atravesando una depresión en estos momentos?
-Que siempre hay una salida. En mi caso la palabra reiki no era más que una palabra, pero fue mi salvación. Cuando estás bloqueado no sabés para donde salir. Muchas veces hay que confiar más y las cosas llegan a tu vida en el momento menos pensado. El reiki llegó a mi vida en el momento que yo más lo necesitaba. Tenía a mi familia, a mis hijos, a mi nieto, a mi marido… Pero cuando estás depresiva, no hay nada que te reconforte. Hoy todo cambió.
Lugar: Casa de Campo Vida Plena
Trenel, La Pampa