El mejor deportista pampeano del 2022, galardonado por segunda vez con el Caldén de Oro otorgado por el Círculo de Periodistas Deportivos Pampeanos, es Federico Hussein (36). En una charla con #LPN el karateca nos cuenta acerca de sus inicios en el deporte, sobre cómo fue en crecimiento hasta alcanzar ser uno de los máximos exponentes del karate a nivel nacional y de cómo es vivir acorde a la filosofía de una de las artes marciales japonesas más icónicas.
Forma parte de la Selección Pampeana y la Selección Argentina, tiene numerosos títulos provinciales, nacionales, sudamericanos y panamericanos, y múltiples premios y reconocimientos individuales. Además, representó al país en dos Mundiales, es juez e instructor nacional y provincial, y da clases de karate en «Itaya Dojo«: «El karate es todo para mi, lo tomo como una forma de vida donde se trata de buscar el equilibrio y la armonía entre mente, cuerpo y espíritu«, expresa Hussein y se puede notar eso en su impresionante historia deportiva.
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El karate explicado por un especialista: «‘Karate Do‘ significa ‘el camino de la mano vacía’: ‘Kara’ significa ‘vacío’, ‘te’ es ‘mano’ y ‘do’, ‘camino’. Hace alusión a que no se utiliza ningún tipo de arma en el combate, como puede ser en otras artes marciales, por lo tanto tu arma es tu cuerpo en general y por eso se aprende a defender y golpear con todas las partes del cuerpo. Luego en competencias no se puede usar todo, como por ejemplo el codo, la rodilla, la cabeza, etc.«. Federico Hussein.
Se inició en la disciplina de la mano de sus padres cuando tenía cuatro años y no es casualidad, ya que ellos son dos personalidades muy importantes del karate pampeano y llevan 52 años ligados al deporte. Su padre, Rolando Hussein, es instructor general de la provincia y su madre, Isabel Álvarez, es presidenta de la Federación Pampeana de Karate Tradicional. Sin embargo, reconoce que ellos jamás lo obligaron a practicarlo e incluso recorrió varias disciplinas hasta inclinarse por el arte marcial, como fútbol, básquet, vóley, natación, arquería y tiro al blanco.
Es muy difícil ignorar lo que se lleva en la sangre y quizá sea por eso que Fede se sintiera tan identificado con la forma de vida que conlleva el karate desde aquel momento: «Nunca me lo inculcaron ni nada por el estilo, salió de mí hacerlo. Me gustó desde muy chiquito, siempre iba donde fuera mi viejo a dar clases, por toda La Pampa, y entrenaba con él«, cuenta el karateca que pronto inició con la competencia en torneos provinciales.
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Con cinco años ya comenzó a participar como kyu, sistema que se utiliza en karate para los principiantes y que indica la progresión desde el cinturón blanco, como el nivel menor, hasta llegar al marrón. Los logros tempranos en los diferentes torneos en La Pampa le abrieron las puertas de la Selección Pampeana a los ocho años, edad en la que disputó su primer torneo nacional.
Los cinco principios del karate: «Tenés cinco principios que son para toda tu vida en realidad: intentar perfeccionar el carácter; ser correcto, leal y puntual; tratar de superarse; respetar a los demás y abstenerse de procederes violentos. Creo que cumpliendo con ellos seríamos cada día más personas de bien. Tiene mucho de ahondar bien profundo en cada uno y por eso lo tomo como una forma de vida«. Federico Hussein.
A partir de allí su rumbo continuó con competiciones de mayor exigencia y relevancia, aunque sin dejar de vivirlo como algo lúdico según cuenta: «Cuando sos chico obviamente que lo agarrás más por el tema del juego y se lo va llevando como tal, después cuando sos más grande lo vas tomando más en serio». Ya de más grande y con varios triunfos importantes a cuestas, el enorme potencial del joven Hussein le permitió alcanzar uno de sus mayores anhelos: competir en el plano internacional con la Argentina.
En 2003 recibió el llamado de la Selección Argentina para disputar un Rioplatense entre Argentina y Uruguay, donde debutó con grandes resultados al quedar segundo en kumite: «Recuerdo los nervios, pero creo que era mucho más la ansiedad que tenía y las ganas de representar a mi país. Eso podía a cualquier nervio que tuviera», confiesa el karateca que había llegado a la final tras eliminar a todos los contrincantes charrúas a los que se enfrentó.
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«Perdí la final con un uruguayo que venía compitiendo hace mucho tiempo en su selección. Había quedado yo solo porque a todos los demás argentinos los había, hablando mal y pronto, matado a golpes él. Yo les había ganado a todos los demás uruguayos, por eso llegamos a la final y bueno, podía ser para cualquiera de los dos y terminé perdiendo. Son competencias, de todo se aprende y hay que seguir adelante«.
Federico Hussein – Selección Argentina y Pampeana de Karate
Su primera gran alegría con el karategui (vestimenta que utilizan los karatecas para entrenar y competir) de la Selección Argentina llegó en 2005, cuando se coronó por primera vez como campeón sudamericano en Brasil y por juveniles: «Levantar tu bandera en lo más alto es algo único que hoy en día me sigue dando mucho orgullo», dice al recordar aquella conquista.
Como muchas veces sucede en la carrera de los deportistas, hay un momento de sus trayectorias donde se produce un punto de inflexión que transforma para siempre la perspectiva que tienen de la disciplina que practican y de cómo vivirla. Para Fede fue Tailandia 2011, su primer Mundial: «Ahí sentí una presión increíble porque son muy poquitos los que van. Quedar noveno del mundo en individual y llegar a la semifinal es una satisfacción enorme para mí que era la primera vez que entraba a un Mundial. Y quedamos quinto en equipo entre 54 países, que fue un logro muy importante para la Argentina«, expresa con orgullo.
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«Ahí ves absolutamente todo el nivel mundial del karate. No hay mejores exponentes, todos los grandes maestros estaban ahí y yo pensaba «esto lo veo nada más que en los videos». Es algo único que nos marcó a todos los que fuimos por primera vez y todos coincidimos en que nos hizo como un «clic» que nos abrió la cabeza en la parte competitiva y la forma de verlo«.
Federico Hussein – Selección Argentina y Pampeana de Karate
Ya estar entre los que viajaron al Mundial para defender la bandera argentina era un logro inmenso para Hussein, pero finalizar entre los diez mejores karatecas del mundo entre 156 competidores que representaron a los mejores seleccionados de todos los continentes es una hazaña que le marcó un antes y un después en su trayectoria.
Fueron días donde el pampeano «respiró» karate durante las 24 horas y pese a la emoción y las ganas por medirse ante las grandes potencias, al momento de revivir el Mundial se le viene a la cabeza lo duro que fue el entrenamiento y la adaptación al clima cálido y húmedo de Tailandia, con una divertida anécdota con su maestro.
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«Esto no me lo olvido más. Nos dirigía el Sensei (Mitsuo) Inoue, que es el máximo representante a nivel sudamericano. Todas las clases eran fuertes y allá entrenábamos en una cancha de squash cuatro horas por día para aclimatarnos y elevar nuestro espíritu. No sé cuánto hacía ahí adentro, pero más de 40° seguro. Cuando fuimos a competir había aire acondicionado. Nos empezamos a matar de risa«.
Federico Hussein – Selección Argentina y Pampeana de Karate
Algo que fue de la mano con su historia en el karate fue su rol como Sensei, que de manera sorprendente para la corta edad que tenía, comenzó a construir desde los 12 o 13 años cuando le ayudaba a su padre Rolando a entrenar a sus alumnos. Un momento que recuerda con cariño y gracia fue el puntapié para largarse solo a dar clases: «Estaba en el dojo con mi viejo, él estaba en la oficina y yo daba los ejercicios. Cuando terminaba iba y le preguntaba ‘¿Y ahora qué doy?’ y mi viejo me decía ‘bueno, mirá, da esto'», relata y hasta ahí todo bien.
El problema era que el joven tutor no tenía la seguridad ni la experiencia para planificar solo la clase y las repetitivas interrupciones para consultarle a su padre como proceder llegaron a colmar su paciencia: «No iba a que me enseñe cómo dar, sino qué dar. Entonces iba a cada rato hasta que llegó un momento que me dijo ‘¿sabés qué Fede? Da lo que se te cante, pero no me vengas a preguntar más'», y entre medio de las risas admite que luego de eso se vio obligado a organizar sus lecciones para no tener que recurrir a él otra vez.
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Itaya Dojo, su lugar en el mundo: «Actualmente y hace varios años ya, estoy entrenando en el mismo lugar, Itaya Dojo. Dojo es el lugar donde se entrena un arte marcial japonés. ‘Itaya‘ es quien impulsó el karate a Sudamérica, que vino hace muchos años. Trabajó en conjunto con Sensei Inoue, quien después de su fallecimiento en un accidente quedó a cargo de todo. Por eso se llama ‘Itaya Dojo’» – Federico Hussein.
Fue así como ya a los 14 años se largó a dar clases solo y a personas de todas las edades: niños, jóvenes y adultos. Al principio anotaba todo lo que iba a hacer en un papelito y los volcaba en el dojo, luego con el correr del tiempo ya no fue necesario: «Lo principal es tener paciencia, después todo lo otro se va haciendo con el correr del tiempo y la experiencia. Uno que ya lleva muchos años en esto siempre va aprendiendo a enseñar, pero si vos no tenés ‘la materia prima’ que es la paciencia y la vocación de enseñar, ahí ya tenés mucho en contra y te va a costar mucho«, apunta el karateca como el secreto para lograr perdurar en la enseñanza.
Por su basta y rica trayectoria con la Selección Argentina y la Selección Pampeana, Fede ha sido galardonado con diez Caldenes de Plata, ocho Ranqueles y dos Caldenes de Oro, todos reconocimientos otorgados por el Círculo de Periodistas Deportivos Pampeanos. «Estoy super feliz de cerrar el 2022 con eso. Fue algo increíble y un sueño cumplido», expresa sobre el último obtenido en diciembre del año pasado por todos los éxitos cosechados, entre ellos, haberse consagrado en el Panamericano de Karate Shotokan de Santiago de Chile en kata individual y en equipo.
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A sus 36 años ve una vida integra ligada al karate y ya adelanta que una vez que se retire de la alta competencia, continuará como instructor y como juez, dos rubros en los que ya se encuentra activo a nivel provincial y nacional: «para mí el karate es una forma de vida y no pienso dejarlo nunca».
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