Un niño de once años se graba amenazando con un arma y ostentando la posibilidad de herir a la maestra con el revolver en el aula. Dos jóvenes se pelean a la salida del colegio, y uno de ellos termina internado con heridas graves en el hospital. Mientras tanto, preocupa la tasa de suicidios en adolescentes…
¿Se trata de fenómenos muy distintos? ¿O estamos ante dos caras de una misma moneda? Hemos llegado a desproteger tanto a nuestros niños y adolescentes que unos montan escenas de violencia pública y otros, deciden quitarse la vida, exponiendo ambos, la misma vulnerabilidad y el mismo desamparo.
Ante uno y otro fenómeno, el Estado y la comunidad deben llegar antes. Resulta fundamental en ambas situaciones, pensar en la prevención.
La adolescencia es una de las etapas más críticas de la línea vital evolutiva de una persona. Los cambios que acontecen a nivel del cuerpo y por tanto del psiquismo sacuden sin tregua las emociones de los chicos y chicas que atraviesan la pubertad. La época, para colmo, ayuda cada vez menos.
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Con un discurso contemporáneo que empuja hacia diversas formas irrenunciables de felicidad inalcanzables, nuestros adolescentes se ven cada vez más exigidos en pos de la realización de ideales que ni siquiera pueden decir si añoran o valoran como tales. Pero el mandato es inclaudicable: deben ser felices ¿Y si no lo son? ¿y si sienten que nunca podrán serlo?
¿Cómo acompañar a nuestros pibes en la construcción de un proyecto adolescente vivible? ¿Cómo ayudarlos a transitar un proceso de deconstrucción del niño/niña que van dejando atrás hacia el nuevo joven que empiezan a ser?
La construcción de la identidad forma parte fundamental del proyecto de vida con el que cada adolescente se enmarca dentro de cierta escena y se sostiene en el mundo.
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Cuando algo de esto flaquea, cuando la escena del mundo se vuelve hostil, cuando el escenario es poco continente, cuando el sujeto no logra asirse de ningún Otro como referente, cuando no hay ninguna mano de la que tomarse, a veces, la alternativa más radical, pero más certera, es la de la salida brutal del suicidio.
Antes, podemos escucharlos, preguntarles qué quieren, qué esperan, con qué sueñan, qué les gustaría, de qué modo podemos nosotros estar ahí con ellos, acompañándolos.
A veces solo hace falta una presencia.
Verónica Llull Casado es Dra. en Psicología, especialista en Psicología Forense. Docente e investigadora universitaria.
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