Y el espíritu de cualquier caminante nostalgioso que pase por allí seguramente se trasladará a su tiempo de niñez, tal vez cuando la capital pampeana era un pueblo grande y no había tantos espectáculos populares.
El cine, alguna velada en el centenario Teatro Español, los bailables de los clubes y espectáculos deportivos con el fútbol como bandera, constituían los únicos lugares de esparcimiento.Éramos tan pocos…Por lo que la llegada de un Circo o un Parque significaban cambiarle el ritmo al poblado.
El sólo ver por las calles una larga caravana publicitaria de jaulas rodantes enormes, donde leones, tigres o panteras mostraban sus poderosas mandíbulas y «terribles» garras, dos o tres monos sueltos haciendo piruetas, el elefante con paso cansado y una piba sentada en su lomo con dos o tres payasos de zapatos enormes invitaban a la función, ya cambiaba el ritmo a los tranquilos vecinos que curiosos se paraban a mirarlos.
Allá lejos, por los años 50´, sobre la Avenida San Martín cercano a la Rotonda, había un baldío enorme sobresaliendo del resto dónde paraban los primeros circos que mis ojos vieron.
Pero la ciudad fue extendiéndose hacia ese sector de la incipiente capital por lo que Circos y Parques, por muchos años, levantaban sus instalaciones en el «Campito» de casi una manzana que los chicos teníamos como cancha «reglamentaria» por sus medidas en González y Juan B.Justo. Si eran los circos de menores dimensiones armaban la carpa en la caballeriza de la Policía en calle Escalante entre Pico y Villegas. Allí solían llegar zíngaros al frente de sus acrobacias.
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Hoy, viendo las confortables casas rodantes con aire acondicionado en las que viven los artistas, me salta una imaginaria lágrima de emoción al compararlas con aquellas rudimentarias carpas de lona perforadas por el sol del verano y heladas por el rigor del invierno pampa, donde vivían las «estrellas» de la época a las que los chicos del barrio acarreábamos agua en baldes porque ni ese líquido elemento tenían los pobres, a cambio de una entrada para la tarde o noche y si no, nos «colábamos» por debajo de las gastadas lonas llegando al «gallinero,» que eran tribunas de madera de no más de 10 escalones según el Circo.
Por las noches había que tener buen sueño para no escuchar rugir al león o «gritar» al elefante.
Los tiempos fueron cambiando y por ende fueron distintas las funciones. De hacer pelear a un hombre con un oso y hacer rugir las fieras a latigazos para «impresionar» a los espectadores, algunos trajeron obras de teatro como el Circo Los Andes con el que llegó y se quedó hasta el fin de sus días un gran artista como Juan Carlos Valenti. Los hermanos Villalba con su Circo, llegaron muchas veces a la ciudad, tanto que su estrella máxima -«Yoya»- también se quedó con nosotros enamorada por un querido vecino de apellido Camiletti.
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Hoy ya no permiten el sufrimiento animal en los circos y está bien, por lo que la «magia» pasa por otros atractivos que ofrecen magos, trapecistas, equilibristas, el globo de la muerte y los payasos que con su arte milenario hacen reír a chicos y grandes.
Un poco de historia
Puede asegurarse que algunas artes circenses ya se practicaban 3000 años atrás en China, Grecia, India y Egipto.
El Circo es el espectáculo más viejo del mundo en distintas formas y desde entonces había malabaristas contorsionistas y equilibristas, para delicia de chicos y grandes. El primer Circo moderno fue inaugurado en Londres el 9 de enero de 1768 (256 años atrás) y se lo considera como uno de los espectáculos que representan la Cultura humana.
En Egipto hay antecedentes del 2.500 a.C. Para nosotros la referencia más cercana viene de la Antigua Roma, dónde fabricaban inmensos edificios redondos con gradas como el mismo Coliseo, dónde combatían para regocijo del César, formidables gladiadores contra hombres y bestias. El Circo más famoso de entonces se llamó Circus Maximus que funcionó por más de 1000 años y pelearon los más grandes Gladiadores.
La famosa frase «Pan y Circo», tan de moda siempre en el mundo, fue inspiración del poeta juvenal, quién criticaba mucho las costumbres de los Emperadores de entregar trigo y espectáculos dantescos para tener a la gente alejada de la política.
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Hechos y protagonistas del maravilloso mundo del Circo, que siempre, bajo cualquier formato, despertará la alegría de todos los niños del mundo.
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte. juancarloscarassay@gmail.com
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