Sin duda alguna, la provincia de La Pampa tiene en sus pagos a un referente nacional e internacional del kickboxing. Los alumnos llegan para entrenar y mover el cuerpo, pero -sólo él sabe cómo- el peleador logra contagiarles su pasión por el deporte.
Lucas «El Príncipe» Amaya nació en Santa Cruz, vivió en Río Negro en donde dio sus primeros pasos en las artes marciales y hoy se encuentra en Santa Rosa, lugar al que le dio una escuela de kickboxing de alto nivel.
«Hace unos días escuché una frase que me pinta de pies a cabeza», me dijo cuando le pregunté cómo se veía en rasgos generales como persona:
«Cuando uno se puede definir a sí mismo como alguien pacífico es porque es capaz de ejercer un daño grave a un otro, porque de otra manera es un ser indefenso, y yo, entonces, me defino como un ser pacífico» aseguró el campeón sudamericano y argentino de Kick Boxing en modalidad K1.
El gimnasio de kick de Lucas Amaya y Sabra Gómez, su mujer, que se sumó más tarde al proyecto, empezó a gestarse en el año 2017. En aquel momento asistían a alrededor de 30 alumnos, pero después de un tiempo, dedicación y ganas de emprender un negocio, hoy en día el Team Amaya está conformado por 100 chicos y chicas.
A lo largo de sus años de enseñanza en el deporte ha logrado tres títulos: uno argentino, uno continental y uno regional, entre competidores amateur y semi profesionales.
El kickboxing es un deporte de combate de origen nipón con tintes occidentales, en donde se combinan técnicas de boxeo y artes marciales, como el karate y el muay thai.
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Sin embargo, «El Príncipe» Amaya da a entender que esta disciplina es algo más que un deporte físico. «El kick te da actitud, te forma la personalidad, se empieza a cosechar amor propio. Yo forjé mi personalidad con esto y muchos alumnos también. Antes estaba lleno de miedos, inseguridades, hasta que gracias a este deporte me demostré que podía llegar a ser lo que quería ser, lo que soy hoy», asegura.
El gimnasio es un espacio en donde los chicos que asisten, además de entrenar, empiezan a ser conscientes de su estado físico y de su alimentación. Es una especie efecto contagio que se genera y pasa a ser más que un entrenamiento. «Este deporte ofrece la posibilidad de no pensar en otra cosa, sentís que estás meditando, muy concentrado, en modo zen, pero pegando», cuenta el entrevistado.
Además es un lugar que lo llena de orgullo a nivel personal. En medio de la entrevista, con una sonrisa auténtica en el rostro, contó cómo había logrado que una alumna tirara bien un cross. Se levantó de la silla y hasta emocionado, imitaba la secuencia de ese momento. «Cuando vi que tiraba bien las piñas grite de alegría, eso me hizo sentir feliz, había logrado mi propósito».
Lucas afirma «amar» su trabajo, sin embargo en un principio era lo último que quería hacer cuando se mudó a Santa Rosa, allá por el 2014. «No me veía como referente, tener la responsabilidad de enseñar y de poner mi imagen, no me gustaba, no me sentía cómodo con la idea», dice. Solo le atraía ser el centro de atención en el ring. Pero al no conseguir trabajo fuera del rubro, empezó a dar clases en un gimnasio. Se fue encariñando con la idea de transmitir sus conocimientos y hoy dice ser un apasionado de lo que le da de comer, a él y a su familia.
Sin la ayuda financiera de sus padres y de amigos, no hubiese sido posible iniciar con el negocio, afirma Lucas. El espacio físico anterior en donde entrenaba el Team Amaya, también era la casa de la pareja. Sabra estaba embarazada y tenía que compartir el baño con los alumnos, los golpes se escuchaban constantemente y no siempre quería cruzarse con gente. Pero gracias a la ayuda de personas de su entorno y a sacrificios como estos, pudieron llegar a alquilar un espacio que les dio la posibilidad de crecer económicamente.
«Este nuevo lugar nos dio mucha mas visibilidad, y además Sabra empezó a gestar la parte administrativa. Fue creciendo mucho la escuela y hoy puedo decir que es la primera vez en mi vida que estoy progresando económicamente».
Lo que antecede al ring
El Liceo Militar de Santa Cruz fue donde cursó los estudios secundarios el peleador. Ahí se destacó en algunos deportes como el rugby, el fútbol y el básquet.
Después de varias anécdotas que recordó Amaya, se puede deducir que su personalidad, determinante y segura, se debe en parte a su paso por el Liceo, el resto se lo debe al kickboxing.
«Tenías que demostrar aguante, tenías 13 años y no estaban ni tu papá ni tu mamá para defenderte, y tus amigos si eras medio cobarde capaz que dejaban de ser tus amigos. Te las tenías que aguantar».
Las mejores peleas
Un súper 8 se quedó con uno de los mejores recuerdos de Lucas sobre el ring. «Ahí me gané un cheque de 1000 pesos, un shortcito y mi apodo «El Príncipe». Antes de ganar las peleas de la noche, Lucas entró a pelear con el seudónimo «el principito» , «yo me quería morir con ese nombre, era muy ridículo» dice Lucas. Pero no salió igual que como entró. Su entrenador y sus compañeros coincidieron en que se tenía que llamar «El Príncipe», después de haber salido invicto en el torneo llamado «El Rey del Ring».
Un torneo contra campeones argentinos, el cual también ganó, lo conduce a uno de sus mejores pasos por el deporte. Ambos eventos lo hicieron sentir en «la cima».
«El Torneo Sudamericano fue una consecuencia, en esos dos eventos era para mí todo nuevo y me demostré a mi mismo que yo podía, significó conocerme y haber logrado algo que nunca me había imaginado», destaca Lucas.
Valores
La amistad, el respeto y la disciplina.
«No hay otro deporte que promueva la amistad como los deportes individuales, porque si o si necesitas un compañero. En kick necesitas que tu compañero te pegue lo mejor que pueda para que ese sea tu alcance de excelencia. Uno colabora con el crecimiento del compañero».
«También hay respeto, aunque no doy el kick boxing que yo aprendí, mi profesor era muy estricto. A mí me gusta conocer a mis alumnos, generar un vínculo, decidí hacerlo más a mi modo. Además este deporte es poner todo de uno, es perseverancia, disciplina, no es ir al charlar o hacer las cosas sin ganas, eso molesta mucho. Porque con disciplina hasta el más manco es peligroso», concluyó Lucas.
Amaya Fight Team teléfono 02954 44-8403
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