Carro Quemado, La Pampa – Entre cardos rusos y enormes extensiones de tierra, una familia “de mundo” eligió este paraje para asentarse hace casi 100 años. Un museo de arte costumbrista, con óleos gigantes del pasado en España, Holanda y Marruecos; y objetos ornamentales con siglos de historia, embellecen el paisaje agreste del monte pampeano.
Todo comenzó allá por 1933. La Pampa era todavía Territorio Nacional. El pintor español Antonio Ortiz Echagüe, y su mujer holandesa, Elizabeth, junto a sus dos hijos, vivieron 3 años en la estancia La Holanda.
Era una familia «moderna» y nómade. Cada 3 años se mudaban de país. Hasta que un día, la Guerra Civil los encontró en España, y no pudieron volver. Luego vino la Segunda Guerra Mundial, y ahí murió el pintor. Pasaron los años y Elizabeth, decidió que su lugar en el mundo era La Pampa.
“La visión del lugar es la del pintor, pero el personaje acá era mi abuela” destaca Alejandra -Jana-, una de las 6 nietas de esta exótica familia que habitó La Pampa en el siglo pasado y dejó una colorida y distinguida huella en nuestro paisaje más agreste.
Desde hace 22 años, sus descendientes se dedican al turismo de estancia y el Museo Ortíz Echagüe, es la puerta de entrada a esta familia tan particular y a la obra del artista.

La historia
Antonio Ortiz Echagüe nació en Guadalajara, España -un pueblo chiquito cerca de Madrid-. Elisabeth Smidt, su esposa, holandesa, nació en Buenos Aires, ya que su padre era diplomático allí. Cuando se casaron, quisieron que fuera en Argentina: “su corazón estaba acá.”
La vida los cruzó muy jovencitos. Ella 12, el 26. La retrató a pedido de sus padres en Italia.
“Estaban en Roma ambas familias, unos de paseo, otros viviendo allí. Mi abuelo tenía 26. Vuelven a Holanda y cuelgan el cuadro de Elizabeth en la casa. Era 1909. Tenían muchos amigos de buena situación económica, y cuando los visitaban les gustaba el estilo “alegre” del pintor español. Lo llaman para que vaya a Holanda a trabajar. Se hacen muy amigos. Es la Primera Guerra Mundial, el pintor se vuelve a España y sigue el vínculo entre ambos por carta. Le propone casamiento por escrito, pero nunca le llega la respuesta. Fallece el bisabuelo en Holanda, así que Ortiz Echagüe se entera y viaja a saludar a la familia. Ahí deciden casarse y empiezan esa vida nómade…”

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Hija única, heredera de un campo de 17.000 mil hectáreas -en ese momento- en Argentina. Tuvo una educación propia de su clase: en casa, desde pequeña, maestra de piano, de francés, entre otros saberes. Hablaba 5 idiomas. “Educada, e impecable, siempre” recuerda su nieta.

Tuvieron dos hijos. Uno de ellos, Federico, el padre de los 6 hermanos que administran hoy La Holanda. Él también eligió La Pampa. Su hermana, en cambio, Buenos Aires.
“Mi tía nació en Granada, España. Querían que el primer hijo nazca allá. Mi papá Federico también. Cuando papá tenía 6 y mi tía 15 se vinieron a la Argentina. Los hijos nacieron todos aquí en La Pampa. Fuimos a estudiar a Santa Rosa, a Buenos Aires, viajamos, pero siempre volvimos” cuenta Jana.
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El pintor era muy inquieto. Cada tres años se trasladaban de un lugar a otro. Todos: familia, valijas, baúles, cuadros, bastidores, perros. De Holanda a España, de España a Buenos Aires, luego a España otra vez, Marruecos, Estados Unidos…
“Mi abuelo vivía de la pintura, los lugares lo aburrían. Cuando mi abuela notaba que él estaba de un ánimo raro se venía el cambio”. Elizabeth tenía un proverbio: “después de 3 años lo insoportable se vuelve imprescindible”. Pero nunca lo podía probar.
“Le decíamos Aela -a la abuela-, se llamaba Elizabeth.” Ya viuda, se instaló en La Pampa, con sus hijos y su madre -Enriqueta, nacida en la Isla de Java-. En invierno se iba a Buenos Aires, sufría de asma y el frío del campo le resultaba muy duro.
A los 70 años esa abuela se fue a la India y se hizo pacifista. Volvió a repetir ese viaje un par veces, pero siempre volvía a La Pampa. Hasta soñaba con instalar aquí un centro de meditación. Escribía, dibujaba, contemplaba. Tenía un espíritu libre. “Si hoy estamos acá los 6 es por lo que mi abuela nos transmitió”. A los 86 murió en Santa Rosa.
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Valor de museo. La casa en donde vivían y en donde aun viven hoy, está cubierta de arte por todos lados. Fotos, cuadros, objetos centenarios de lugares exóticos, ropa de época. Una biblioteca con libros en varios idiomas en donde se destaca una colección de Shakespeare de 1896 “tenemos un montón de cosas que tienen valor museológico. Pero para nosotras era un lugar más de nuestra casa. Fuimos modificando y adaptando cuando fuimos incorporando el concepto de museo” cuenta María Eugenia, bisnieta del pintor.
El arte. El estilo del pintor se denomina costumbrista. Mucho detalle, casi fotográfico. Pintaba a la gente de la calle en tamaño real. Recreaba las escenas que veía en exterior, en su estudio. Familias, personajes particulares, escenas de la vida cotidiana. Lo más importante en su arte son las personas, las miradas, sus vestimentas, de cuerpo entero.
“El espíritu de mi abuelo no era el éxito ni la comodidad. Sino su yo interior” destaca Jana. A eso le atribuyen sus múltiples mudanzas, lejos de la comodidad.
Aunque pintaba al aire libre, estando en el campo, el pintor se hizo un espacio físico, al lado de donde está hoy el Museo. No pintó mucho estando acá, y los cuadros que hizo no están en La Pampa. En los años 30´, les tocó la peor sequía de la historia de la provincia. “Los campos se volaban”, literalmente. No resultó muy inspirador. Sus obras están hoy en España sobre todo, también en Estados Unidos y en manos de sus herederos.
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La vuelta a La Pampa. El pintor muere a los 58, enfermo, en plena Guerra Mundial. Quedan sus hijos y su esposa. No estaba para quedarse en Europa.
Elizabeth eligió que los cuadros de su marido no quedaran entre cuatro paredes. Eso era “matar al artista” según ella. Buscaba fondos en donde iba, y se murió sin poder ver el museo en pie.

El Museo. La actual senadora Norma Durango era Secretaria de Cultura. Empezó a rescatar registros culturales y les propone a la familia hacer el Museo. Ninguno de ellos estaba acá. “Estuvimos 5 años deliberando qué hacer, pero recordamos que el sueño de la abuela era que el museo estuviera acá, y lo hicimos. Con todo lo difícil que es.”
Es un museo mixto -privado y público-. Donaron 4 hectáreas a la provincia para poder hacerlo.

–¿Son los únicos con este patrimonio museológico en La Pampa?
-No lo sé…se de muchos que tienen cosas y quizás no saben cómo cuidarlas. Creo que lo pudimos hacer porque tenemos este lugar, y gracias al apoyo que recibimos del gobierno también. Pero creo que nosotros somos de conservar demasiado -dice Jana entre risas-.
Aun tienen muchas cosas guardadas: ropa, objetos. La idea es ir exhibiendo de a poco. «Con mi abuela tomabamos el té en las piezas que están retratadas en los cuadros», recuerda María Eugenia. Hoy algunos objetos de las obras están en vitrinas en la sala. «¡Hasta nos disfrazábamos con su ropa, claro!» recuerda.
Hoy cada objeto es conservado de otra manera. Un trabajo de todos los días. Aún con lo difícil que resulta llevar esta tarea en el medio del campo. «Esperamos siempre poder seguir la familia a cargo de esto. Que no pase como con el Parque Luro, que no queda casi nada. Solos no lo hubiésemos podido hacer nunca” reconoce Jana.
Además de la visita al Museo, la familia reciba al turista con paseos, alojamiento, comidas típicas, y cabalgatas.

Estancia La Holanda Ruta 13 km 68, departamento Loventuel. Teléfono: +54 2954 534167
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