Este fin de semana, el Desayunador Comunitario de Villa Germinal celebrará su 21 aniversario como un símbolo de solidaridad y apoyo en la comunidad de Santa Rosa. Desde #LPN hablamos con miembros de la organización y talleristas sobre su historia y situación actual.
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La historia del Desayunador es algo conocida. El reconocido espacio ubicado en la esquina de Italia y Chaplin fue fundado en el contexto de la crisis económica de 2001 y desde entonces esta organización comunitaria mantiene su compromiso con la lucha contra la pobreza infantil, la exclusión social y la indiferencia.
De aquella difícil época a esta parte poco ha cambiado, según dicen desde la propia organización. Los números de la pobreza infantil en la provincia (¡60%!), especialmente en el conglomerado urbano Santa Rosa–Toay, refleja un aumento preocupante de las cifras. Para Miki Fiol, una de las caras visibles del Desayunador, esto no es algo nuevo.
«Nosotros cumplimos 21 años y te podría decir que en todos estos años los pibes nunca han dejado de ir. Lo principal y lo más convocante son los desayunos y almuerzos tipo vianda, los sábados a la mañana y las meriendas que hacemos los martes a la tarde. Nosotros siempre hemos tenido un montón de pibes y pibas y si en algún momento fue un poco menos la pobreza en ese sector, nosotros no lo notamos. Los números de pobreza infantil en Argentina siempre fueron altos. La pobreza sigue siendo mucha, es la gran deuda de la democracia».
Miki Fiol
El Desayunador tiene en promedio 50 niños y niñas que participan de las actividades, mientras que los sábados se brindan comidas para alrededor de 250 personas.
A pesar de la necesidad continua, la organización eligió la vía de financiamiento autogestiva, recaudando fondos a través de rifas, peñas, bingos y la venta de productos. Esto les permite mantener su independencia de los partidos políticos y su compromiso con su visión original de solidaridad y apoyo mutuo. Además, cuentan con la colaboración de donantes individuales, empresas locales e incluso grupos de jubilados.
«Tampoco queremos apoyo del Estado. Nosotros venimos de la época del “que se vayan todos” y en general no tenemos mucha confianza en los políticos y políticas que nos gobiernan, sean del palo que sean. No participamos de ningún espacio político partidario ni de la Iglesia».
Miki Fiol
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No solo proveen alimentos, sino que sus actividades son bien variadas. “Intentamos dar una vueltita más para no tener una propuesta meramente asistencialista, que no es poco porque estamos hablando del hambre, pero para que haya algo más en el Desayunador”.
Talleres de deportes, murga, huerta, marroquinería para adultos, guitarra, clases de apoyo y más, brindan oportunidades para crecimiento personal y desarrollo de habilidades. Los profes que dictan estos talleres reciben un pago, cuyos fondos provienen de las recaudaciones.

La cuestión de género
Daniela Campanino (46) es psicóloga social, vive en Toay y participa del espacio desde sus inicios.
«Para mí el desayunador no es un trabajo, es un espacio de construcción colectiva de manera horizontal, donde todos los lunes nos encontramos en asamblea todos y todas las integrantes y juntos decidimos el funcionamiento de la organización».
Daniela Campanino
La perspectiva de género ocupa un lugar preponderante en el centro comunitario y Daniela desempeña un papel fundamental al respaldar a otras mujeres en los encuentros que se organizan.
«Buscamos empoderarnos a través de talleres, charlas, discusiones. Escucharnos cómo es nuestro día a día, las cosas que nos pasan como mujeres. Es un espacio donde sabemos que podemos recurrir en el caso de que sea necesario, por ejemplo, hacer alguna denuncia o lo que sea. Tenemos ahí una red para apoyarnos».
Daniela Campanino
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Este respaldo promueve un sentido de pertenencia entre quienes acuden al Desayunador. La dimensión de identidad explica para ella por qué incluso después de muchos años, quienes alguna vez fueron infantes y frecuentaron el Desayunador, regresan como adultos junto a sus propios hijos e hijas para participar y colaborar.
Educar es combatir
Pablo Prato (31) es docente de matemática y desde 2019 brinda clases de apoyo en el Desayunador. Su compromiso con la comunidad va más allá de su papel como educador. Reconociendo que muchos niños y niñas pasaban desapercibidos en la escuela primaria y necesitaban un espacio de escucha, junto a otros colegas decidieron participar de las clases de apoyo, en un tipo de “bachillerato popular”.

Pablo cree que el acceso a una educación pública y laica, junto con la permanencia y el éxito en ella, brinda herramientas para luchar por derechos, conseguir empleo y pensar con libertad. Con un enfoque puesto en el acompañamiento diario, desde un lugar de escucha y comprensión, la educación y el acceso a la información son entendidas como herramientas de transformación social.
Antes de la pandemia, los talleristas se esforzaron por fortalecer las habilidades de lectura y escritura, así como matemáticas, a través de cuadernillos con un contexto más enriquecedor que las tareas tradicionales. Durante la pandemia, las clases se adaptaron para garantizar la inclusión digital y, en colaboración con otros docentes, se aseguraron que nadie se quedara atrás, ni pierdan ese año de escolarización.
Las clases de apoyo no solo se centran en las tareas escolares, sino también en compartir momentos. Cuando no hay tareas, aprovechan para tomar la leche, leer cuentos y jugar, creando un ambiente de respeto y aceptación. Este enfoque generó un cambio notable en los niños y niñas.
«Hoy casi que se “pelean” por ver quien hace la tarea primero/a, o quien tiene más tarea por resolver. Creo que esto es reflejo del amor, la comprensión y la dedicación que les brindamos en este espacio. No hay lugar a la burla, al maltrato, al grito o al reto. Los pibes se sienten escuchados«.
Pablo Prato
Según Pablo, hoy es más común escuchar “quiero ser profe de lengua o de matemática”. Incluso, algunas compañeras encontraron la motivación para terminar sus estudios primarios y secundarios, a menudo abandonados por obstáculos de la vida.
“Es difícil acercarse a un lugar que en su momento te expulsó o no comprendió la situación que estabas atravesando, como por ejemplo ser mamá o tener que laburar para sostener la comida”, dice Pablo, en relación a la escuela.
En cuanto a los desafíos de dar clases en un entorno comunitario, la búsqueda de un espacio adecuado fue el obstáculo inicial. Sin embargo, ahora cuentan con un aula taller, cuya inauguración se hará formalmente este sábado en los festejos del aniversario.
Otro desafío es contar con suficientes voluntarios para atender las necesidades individuales, esencial para mantener el enfoque personalizado. Las estrategias de enseñanza se basan en el respeto, la escucha y la comprensión mutua, y se adaptan a las diferentes edades y niveles de educación. Esta atención individualizada, difícil de lograr en las escuelas tradicionales, es uno de los aspectos más destacados de la experiencia educativa en el Desayunador.
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La labor inspiradora y comprometida de personas como Miki, Daniela y Pablo, y muchas otras, es fundamental en la construcción de este centro comunitario. Con la firme creencia de que para cambiar algo hay que involucrarse, como hace dos décadas y un año el Desayunador de Villa Germinal continúa creciendo desde la autogestión y la organización vecinal.
Con diversas actividades y bandas en vivo, este sábado festejarán un año más de historia, en el mismo lugar de siempre, en el saloncito de la esquina de Italia y Chaplin.

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