Haneen Nasser (29) y Besim Assad (30) son las personas que están detrás del primer emprendimiento gastronómico exclusivo de comida árabe de Santa Rosa, el nombre: Arabian La Pampa. Se conocieron hace cinco años, cuando ella llegó a La Pampa, Argentina como refugiada Siria, con un visado humanitario.
Baklawa, niños envueltos, empanadas árabes de carne, de queso con menta y de verdura, shawarma, picadas con hummus, Baba Ganush, Labne y Pan arabe, kebbe, Mhalabia «flan libanes», son algunos de los productos que tienen a disposición los chicos, capaces de trasladar a cualquiera a aquella cultura milenaria. «El shawarma y la baklawa son los platos estrella», coinciden.
Leé también: La historia de Haneen Nasser, una joven siria en La Pampa
Desde el primer momento que se vieron, en un asado de bienvenida que le hicieron a Haneen desde la Asociación Árabe de La Pampa, supieron que había química, se enamoraron y hoy son pareja. «Fue un flechazo, aunque no me guste decirlo porque parece algo cliché», menciona Haneen en diálogo con #LPN.
En el 2016 escapó de su país en ruinas en búsqueda de un futuro seguro y la Argentina la recibió «con las puertas abiertas», dice. Se muestra realmente agradecida con el país y asegura estar «feliz» acá, en un lugar «tranquilo» como La Pampa. «Mucha gente de la provincia me pregunta qué hago acá, y yo les digo: ¡Lo mismo que vos! Yo ya arme mi vida, mi trabajo, a mi me gusta la tranquilidad. Con mi pasaporte de Siria es muy difícil ir a vivir a otro lugar, no me dan visa en todos lados. Argentina me abrió sus puertas, me permitió vivir legalmente y venir en un avión sin tener que escaparme, yo a todo esto lo tengo muy presente», asegura.
Una historia repetida. Besim, de origen sirio libanés, es estudiante avanzado del profesorado de inglés. A la par de cocinar en Arabian La Pampa, da clases en un instituto de Inglés y clases particulares. El idioma fue la excusa que los unió a estos dos jóvenes cuando Haneen pisó por primera vez Santa Rosa. En la bienvenida que organizó la Asociación Árabe de la provincia, él fue el traductor de «la siria», era uno de los pocos que hablaba en inglés. Y así fue como empezó su relación, «hablábamos por celular porque yo vivía en Parera, hasta que me mudé a Santa Rosa», recuerda ella.
Leé también: De Latakia a Santa Rosa
A través de la comida «yo quiero transmitir otro punto de vista de la cultura, un enfoque más moderno por ejemplo. Quiero hacer saber que hay mujeres que en Siria manejan autos, que son independientes, y que no son el estereotipo que los occidentales tienen sobre nosotros»
Haneen Nasser.
Mientras Besim maniobra una masa que parece una seda, muy frágil y casi transparente, narra la historia de amor de sus padres, la cual tiene un gran paralelismo con la suya. El padre, de origen sirio libanés pero oriundo de Argentina, hace ya muchos años, viajó al Líbano, al pueblo de los abuelos de Besim. Cerca de allí vivía su madre. Se conocieron de la misma forma que Haneen y Besim, «por un flechazo y miradas». Estuvieron seis meses en el Líbano, pero una guerra los forzó a dejar su tierra y a emigrar a la Argentina. Ya instalados en Santa Rosa le dieron origen a la primera rotisería de comida árabe «Arabian La Pampa».
«Mis viejos tenían la rotisería en el Barrio Fité. Pero en el 2000 nos mudamos a España con la idea de hacer algo similar en ese país, aunque terminamos haciendo comida típica de España. En el 2005 volvimos a la Argentina y ellos dejaron el local, pero siguieron el emprendimiento gastronómico trabajando para eventos y por pedidos, mucho más tranquilo. Hasta que se fueron cansando, yo los ayudaba a veces, así que tenía un poco de idea sobre el trabajo», recuerda Besim. De a poco fueron dejándole el legado a su hijo quien junto a su novia construyeron su camino con «toques propios».
Leé también: Khan Jewel, de India a La Pampa
En Arabian los chicos trabajan por pedidos al número de WhatsApp 2954 571653 de jueves a sábado y las entregas se hacen sólo por la noche. Las redes sociales son la vidriera de su «local». «La gente de Santa Rosa recibió muy bien nuestra propuesta. El auge del sushi, la globalización y los viajes al exterior, hicieron que comprar comida étnica sea algo más habitual», reflexiona el joven.
Desde septiembre del año pasado la pareja alquiló la cocina del salón de la Asociación Árabe. Este cambio les permitió crecer y buscar nuevos desafíos. En un principio sólo cocinaban los sábados en el departamento en donde vivían, «teníamos que sacar nuestras cosas de la heladera para que entraran los productos, que en algunos casos eran para 30 personas», mencionan. La pandemia los obligó a cambiar de lugar de trabajo y los impulsó a crecer. «La gente en cuarentena pidió mucho delivery, lo re descubrieron» añade la joven oriunda de Latakia.
Un proyecto. A la hora de visualizar un proyecto a corto o mediano plazo coinciden en tener un local «chiquito» con tres o cuatro mesas, en donde la gente pueda teletransportarse a Siria y al Líbano. Con atención personalizada, iluminación cálida, decorado en tonos ladrillos y faroles de estilo turco. Música. Y por supuesto, los platos típicos. Un restaurante boutique capaz de hacer viajar con los sentidos a quien quiera incursionar en otra cultura.
Leé también: Pasta italiana, desde el mundo a La Pampa
Besim disfruta de difundir sus raíces libanesas a través del emprendimiento. «Es por una cuestión familiar creo, me gusta difundir la cultura, que la gente escucha la música, que pruebe los sabores y que puedan sumergirse en las tradiciones. Yo estoy en los detalles de poner alguna música típica cuando los clientes vienen a buscar los pedidos o de escribir en las tarjetas sus nombres en árabe. La familia de mi mamá son muy tradicionales», dice y recuerda aquella vez que viajó al Líbano en el 2018 a conocer a sus tías y primos, que, sin conocerlo todavía personalmente, lo fueron a buscar al aeropuerto en un colectivo alquilado, con ramos de flores. «Entre todos eran aproximadamente 30 personas, son muy cálidos, muy unidos, siempre van a estar ahí para la familia», asegura Besim. «Esos valores también quiero transmitir», concluye.
En cambio, para Haneen la mejor parte es cocinar. Estar en la cocina conectándose de alguna manera con su tierra natal. «Es en donde más cómoda me siento» dice la joven que también es una aficionada de la fotografía. En cuanto su cultura, ella tiene otra visión. «Yo quiero transmitir otro punto de vista de la cultura, un enfoque más moderno por ejemplo. Quiero hacer saber que hay mujeres que en Siria manejan autos, que son independientes, y que no son el estereotipo que los occidentales tienen sobre nosotros».
El transcurso de la conversación duró lo que lleva hacer la masa de la Baklawa, veinte capas de masa hojaldrada, finamente manipuladas. Un trabajo en equipo, de encuentros y aprendizajes.
Leé también: Hotel Rural La Pampeana, un secreto de lujo en el medio del campo
*****
Este contenido es posible gracias al apoyo de nuestros lectores y auspiciantes. Compartí esta nota, opiná, y publicitá en nuestra web, para promover un periodismo distinto en la región: Contacto y Publicidad