La vuelta a clases presenciales para muchos es esperada con ansias. Sobre todo, teniendo en cuenta las manifestaciones emocionales y hasta físicas en los niños asociadas a la falta de un espacio de sostén que no sea el de su casa, los que tienen la suerte de disponerlo. Confirmamos que el hombre es un “ser social”, y necesita de otros iguales para transitar la vida, más aún cuando se está en pleno crecimiento.
En los más chicos, resultan notorios los avances al compartir con otros de su tamaño. Los cerebritos y el corazón parecieran brillar, la sinapsis (conexiones neuronales) abundan, las famosas “neuronas en espejo”, cobran protagonismo. Escucho a padres decir – “Esto antes no lo hacía, pero desde que va a (jardín, colonia, taller, primaria), lo logró”.
Aprender juntos
Observando un modelo cercano, acorde a mis posibilidades, y mejor aún con un docente que alienta mis pasos y me levanta de mis caídas, hace que crecer se vuelva un verdadero placer, un universo cargado cada día de nuevas aventuras.
En los adolescentes, la escuela se vuelve un lugar de pertenencia clave, el rincón del patio, los pasillos, la vereda, el almacén de la esquina. En una etapa en la que desafían a sus padres para poder diferenciarse y ganar autonomía, compartir con otros alivia los miedos, ayuda a procesar las angustias.
Ojalá todos los chicos pudieran vivir a la escuela como un lugar pensado y diseñado para ellos. En cuanto a estructura edilicia, higiene, insumos, recurso humano preparado intelectual y emocionalmente; y familias acompañando “codo a codo” el proceso.
El legado pandémico
Esta pandemia, puso de relieve las desigualdades sociales. Algunos niños pudieron continuar la escolaridad de formas virtual con el andamiaje de algún adulto, y hasta encontraron lugares para encontrarse con otros y jugar. Otros, quedaron relegados, quizás aún más, con el peligro de que la vuelta, sea una utopía.
Muchos, se metieron en la “cocina de las escuelas”, conociendo qué y cómo aprenden sus hijos, trayendo sorpresas de todos los colores. Y la escuela, otro tanto, con las familias detrás de cámara, en sus estilos, en sus posibilidades de estar y en sus ausencias. Un gran trabajo de adaptación que tuvimos que hacer todos.
Enfrentar el 2021
Pero la realidad nos convoca a arremangarnos otra vez por ellos, por los más débiles, que nos necesitan enteros. Demostrando que se puede, que frente a la adversidad podemos sacar más fuerza, y salir fortalecidos.
Lo primero que tenemos que ejercitar seriamente es la paciencia y la tolerancia. Poder ajustar nuestras expectativas al contexto real que atravesamos y no a un ideal que se nos impone de otras épocas, de propias exigencias o mandatos prestados.
Organizar los horarios de trabajo, el partido, la comida, la clase de baile, el tetris de la adaptación escolar…Si esperamos hacerlo todo junto y ya, empezaremos con el pie izquierdo.
Sugiero comenzar por las prioridades: trabajo y escolaridad. Por un lado, de algo tenemos que vivir, y por otro, invertir nuestro tiempo en la adaptación de nuestros hijos, es colocar los cimientos para la estructura que vendrá después.
Poder llevar a los hijos a la escuela en un ambiente de armonía y motivación, darles la seguridad de que estamos ahí, disponibles, y poder confiar nosotros en su escuela, en los nuevos protocolos, en los docentes. Es clave para que ellos gradualmente inicien la asimilación de lo nuevo, lo acomoden en función de lo ya vivido y se puedan adaptar.
La adaptación es mutua. El diálogo recíproco es la nafta de esta etapa cargada de incertidumbre. Muchos padres se encuentran completando consentimientos.
¿Dudas o diferencias?, incentivo a plantearlas, a informarse y proponer cambios de ser necesario, siempre a favor de los derechos de nuestros niños y su calidad de vida.
Preparar el terreno
Tener presente que los adultos en muchos casos retomamos rápido irnos de casa a trabajar, o a algún encuentro social. Pero nuestros hijos en general permanecieron guardados, bajo la premisa de estar seguros en casa. Esto no se cambia de un día para el otro. Son muchas las variables novedosas con las que se van a encontrar. Algunos niños lo transitaran en calma, en otros podrá predominar el enojo o los miedos. Si esto persiste, aconsejo consultar.
Recomiendo que en casa puedan ir acomodando rutinas acordes al horario escolar, principalmente comidas, higiene y sueño. Este último en cuanto a cantidad y calidad. Asegurar un buen descanso allana el camino para todo lo que ocurra en la vigilia; empezando por el humor y la capacidad de prestar atención.
También sería óptimo propiciar momentos “de silla”, donde puedan hacer actividades cortas, con el fin de entrenarse en este tipo de tareas propias del ámbito educativo (recortar, pegar, dibujar, seguir laberintos, hacer collage, memotest, o más complejas según la edad).
“La anticipación es la madre de la calma”
Aliviá la mochila de su adaptación. Contale a tus hijos sobre su maestra, cómo los recibirá (saludo de codo o cantado, alcohol, barbijo), el nombre de algunos compañeros, como será su nueva aula, patio, etc. (si pudieran ir antes mejor, al menos a la vereda).
Que se lleven consigo algo de casa que les recuerde que están con él/ella en esta nueva etapa. (colita de cabello, alguna media elegida juntos, un tatuaje de mentira, una tobillera).
Y, para el “gran día”, sugiero levantarse con tiempo, llegar puntual, mejor esperar en el auto o en la esquina de la escuela conversando, que salir apresurados sumando un factor más de nerviosismo al que ya tendremos todos.
Buen comienzo de clases a todos: niños y jóvenes. Y a los adultos: padres, autoridades y docentes que lo hacen posible.
Lic. Florencia Jaques. Especialista en psicología infanto-juvenil y neuropsicología de niños y adultos. florjaques@hotmail.com